Tras negociaciones que en el pasado solo reforzaron la permanencia de Maduro, el chavismo enfrenta hoy un escenario distinto. Debilitado en lo interno y presionado por Washington, está por verse si un nuevo diálogo servirá para administrar la crisis o abrirá las puertas a un cambio político.n medio del despliegue militar en el Caribe y una creciente presión internacional sobre Nicolás Maduro, el presidente estadounidense Donald Trump planteó la posibilidad de abrir un canal de diálogo. En el pasado, el mandatario venezolano ha usado la negociación como herramienta para ganar tiempo, fracturar a la oposición y aferrarse al poder. Hoy la pregunta no es solo si el nuevo diálogo repetiría este patrón, sino si Maduro podría negociar sin el aval de la coalición que lo sostiene y sin poner en riesgo su propia estabilidad.
Entre 2014 y 2023, bajo la presión de protestas en las calles, el descrédito de las elecciones presidenciales de 2018, la crisis económica y las sanciones de Estados Unidos, la administración de Maduro acudió a cinco procesos de diálogo con distintos facilitadores —como Noruega o Unasur— y en escenarios diversos, como México, República Dominicana y Barbados. El resultado fue siempre el mismo: Maduro ganó tiempo para mantenerse en el poder, buscó reconocimiento, las protestas perdieron intensidad, los acuerdos fueron violados y la oposición terminó debilitada.
En esta oportunidad, el contexto es distinto. El chavismo es minoría y la administración Trump ejerce una fuerte presión externa. Washington acusa a Maduro de liderar el Cartel de los Soles, una supuesta organización criminal que el Departamento de Estado catalogará como terrorista a partir del 24 de noviembre. Al mismo tiempo, como parte de lo que describe como una operación antinarcóticos, Estados Unidos mantiene frente a las costas de Venezuela un significativo despliegue militar: buques de guerra, aviones, tEl secretario de Defensa, Pete Hegseth, afirmó que la designación del Cartel de los Soles como organización terrorista “proporciona más herramientas a nuestro departamento para ofrecer opciones al presidente”. En la práctica, esa calificación constituye una base legal para operaciones militares y de inteligencia, además de persecución penal y sanciones financieras enmarcadas en la lucha contra el terrorismo. Hegseth subrayó que Maduro “no es un líder legítimamente elegido de Venezuela”.
Trump no ha hecho nada para disipar la posibilidad de que entre sus objetivos esté forzar a Maduro a abandonar el poder e incluso concretar un ataque militar en territorio venezolano. En una entrevista con la cadena CBS, al ser consultado sobre si los días de Maduro como presidente estaban contados, respondió: “Diría que sí. Creo que sí”.

