El proceso de que nuestra Catedral Basílica cuente con el órgano más grande del país y que a partir de este fin de semana en ceremonias destacadas desde lo cultural y también desde lo religioso, encontró en la persona de Mario D’Amico, autodefinido como organero, el autor de que esto sucediera.
D’Amico dijo en Quinto Elemento Radio que “el padre José García mucho tuvo que ver con esto, la comisión, la arquitecta Durante, que han estado arriba del proyecto. Fue un gran equipo el que trabajó. Muchos me siguieron en esta locura de traer este órgano. Ser organero es quien construye, restaura y mantiene el órgano que es un piano multiplicado por treinta o las veces que se imaginen. Esa es mi tarea, tienen materiales perecederos como el cuero, fielto, que deben ser remplazados cada cierto tiempo”.
El entrevistado tuvo activa participación en la restauración del órgano de Notre Dame, “yo comencé en Paysandú porque la basílica estaba frente a casa y era en ese momento el más grande del país hasta este momento. No funcionaba y la providencia nos envió un grupo de técnicos alemanes para restaurar ese órgano que costó mucho dinero. Me fui a Alemania a trabajar con ellos, no pude estar mucho tiempo, me fui a Barcelona y comencé a trabajar en proyectos de muy alto nivel. Fue como llegar y besar un santo. Estuve en Bruselas en la construcción de un órgano nuevo y ahí comencé a hablar de traer el órgano viejo a Salto que fue imposible por el tamaño. Con el paso de los años me encargué del Palacio Real de Madrid, Toledo, Bruselas, pasando por México, catedral de Bogotá, y todo ha sido una satisfacción a nivel personal y profesional. Cuando se incendió Notre Dame mi jefe me dijo Mario eso es para vos. Hubo que desarmarlo con peligro de derrumbe, sonaban las alarmas de alerta todo el tiempo cuando se daban movimientos en los muros o en las estructuras metálicas. Las condiciones eran complicadas porque había mucha contaminación, usábamos un equipo particular para eso, como trajes de astronautas. Nos bañábamos tres veces al día y más allá de ocuparnos del órgano más importante del mundo, estaba el desafío de restaurarlo”.
D’Amico mencionó que los órganos se remontan a los comienzos de la humanidad, “los tubos son como flautas dulces que emite el sonido dependiendo de la forma y el largo que determina la nota. Hay uno descubierto del siglo XI que sonaba a órgano, todas las notas juntas. Hasta el Renacimiento fue así y a partir de ahí se descubrió que se podían imitar otros sonidos a partir de esos tubos”.
Salto tendrá 2500 tubos en el órgano, “armonizar es hacer sonar un tubo y se trabaja el sonido para adaptarlo al espacio donde va a estar. El instrumento de Salto venía de una iglesia muy distinta con un sonido muy discreto, sin cambiarle su ADN buscamos que vibrara la catedral porque es una acústica muy larga y buscamos no perder eso y que se entienda lo que está sonando. La tribuna de la catedral fue creada para este órgano y estamos finalizando la obra de la catedral con la instalación de este órgano”.

