Por estos días se han escuchado todo tipo de posturas respecto a la resolución del gobierno departamental de limitar las horas sindicales a los integrantes de la directiva de ADEOMS.
Sabido es que entre la forma y la acción que ha llevado en estos años de protagonismo mediático, muchas veces pago, la dirigencia sindical municipal, nos pararon en una vereda opuesta por entender que el discurso de barras en realidad siempre fue una cortina de humo bien montada para cubrir cuestiones como ingresos de familiares a la administración de Lima, hijos, hermanos, familias, y carreras de grados que no tienen ningún sentido ni explicación lógica partiendo de la base que para crecer en la carrera funcional lo primero es trabajar…
Muchos mareadores mediáticos defienden el instrumento del sindicato como si en nuestro caso se fuese opositor, o porque es conveniente o porque es necesario (monetizados), sin entender que hay realidades que pegan de bruces y no se necesita ser muy inteligente para entender que en carreras funcionales meteóricas y envidiables, de seguro, varios «compañeros» quedaron por el camino.
La prepotencia, el grito, los momentos de violencia verbal y discursiva, las explicaciones sin sentido de una alianza fructífera cien por ciento con el gobierno de Lima y el no decir nunca toda la verdad, llevan a que la realidad hoy deja al desnudo una figura de Juan Carlos Gómez en decadencia y devaluada.
Desde su comienzo en la carrera sindical siempre fue pregonero de la lucha de clases, la independencia política, la igualdad de oportunidades pero a la par y en forma individual se fue acomodando en el sistema y acomodando a sus «compañeros» de directiva y familares en forma sistemática y escandalosa.
Su imagen testimonio de la decadencia y la devaluación en la opinión pública, fue el discurso en el paro de este martes cuando se autoreferenció como vago, respondiendo y alimentando lo que él mismo construyó en la gente. Alguien debería aconsejarle a a Juan Carlos Gómez que baje el perfil, que ya logró en lo personal todo lo que quería lograr, que fue premiado en demasía por el gobierno anterior a cuenta de una sociedad silenciosa de manejo espúreo de una política del clientelismo y que debería pensar seriamente en encausar su brillante carrera y creceimiento de grados como funcionario municipal. Eso si, si arranca para el periodismo que relea algunas tareas nunca dadas o mal aprendidas de un «cursete» en donde los docentes fueron muy bien bancados por presupuesto de una CTM que ellos mismos (los docentes) atacaron sistemáticamente en los medios que trabajaban.
A veces, dice el dicho, «recular no es ser cobarde, sino demostrar velocidad en las patas».