Cuando Serguéi y Tatiana Voronkov se mudaron de Rusia a un pequeño pueblo en Ucrania, esperaban una vida tranquila; pero las cosas terminaron siendo muy diferentes.
Tras el lanzamiento de la invasión a gran escala de Moscú, la pareja se encontró en territorio ocupado y ambos decidieron convertirse en informantes del ejército ucraniano.
Lo que siguió fue una detención, un interrogatorio y una dramática huida a Europa con documentos falsos y un flotador.
Fue al poco tiempo después de que Moscú se anexara la región ucraniana de Crimea, en 2014, cuando Serguéi y Tatiana Voronkov decidieron abandonar Rusia.
La pareja llevaba mucho tiempo desilusionada con el rumbo de su país bajo la presidencia de Vladimir Putin, pero la anexión ilegal de Crimea y el inicio de los combates en el este de Ucrania marcaron un punto de inflexión.
«Íbamos a las protestas [contra la guerra]… pero pronto comprendimos que era inútil», dice Serguéi, que ahora tiene 55 años.
«Les decía a amigos y conocidos que era una pena que hubiéramos tomado Crimea y nos estuviéramos involucrando en el Donbás [una gran región industrial en el este de Ucrania]… Decían que si no nos gustaba, podíamos irnos. Así que decidimos irnos».
Tatyana, de 52 años, nacida en el Donbás, pero que, al igual que su esposo, es ciudadana rusa, cuenta que a sus compañeros de oficina no les gustaban sus opiniones anti-Kremlin y que terminó dejando su trabajo poco después de la anexión de Crimea.
Durante los siguientes cinco años, la pareja viajó a Ucrania cada seis meses en busca de un nuevo hogar.
En 2019, se establecieron en Novolyubymivka, un pueblo de unos 300 habitantes en la región sudoriental de Zaporiyia, donde empezaron a criar ganado. Serguéi encontró trabajo como agrimensor (profesional en medición de terrenos), especialidad en la que se había enfocado durante su tiempo en el ejército soviético.
El 24 de febrero de 2022, los primeros cohetes rusos sobrevolaron su casa.
«Por la mañana oí un silbido, algo que volaba, y salí», recuerda Tatyana.
«Un cohete volaba justo encima de la casa. Busqué en internet para ver qué había pasado y decían que Kyiv ya había sido bombardeada».
Para el 26 de febrero, Novolyubymivka, como casi todo el sur de la región de Zaporiyia, estaba bajo ocupación rusa, aunque al principio la pareja no entró en contacto directo con las fuerzas invasoras.
Pero a los pocos días, cuando un convoy militar ruso pasó por su casa, Tatyana decidió actuar.
Al ver pasar el convoy, Tatyana corrió al interior de la casa, cogió su teléfono y escribió a un conocido en Kyiv, que ella creía que podía tener contactos en los servicios de seguridad ucranianos.
El conocido le envió un enlace a un chatbot especial en la aplicación de mensajería Telegram. El chatbot les informó que serían contactados por una persona con un identificador único.
Se le pidió a la pareja que proporcionara la ubicación y los detalles de los sistemas de guerra electrónica y el material militar que habían visto, con especial atención a los sistemas de misiles y tanques.
Las ubicaciones ayudarían al ejército ucraniano a localizar y destruir a las tropas rusas en la zona con drones y artillería.
«No lo consideramos traición», dice Tatyana, a pesar de que ambos son ciudadanos rusos.
«Sería traición si Rusia fuera atacada y estuviéramos colaborando con el enemigo. Pero nadie atacó a Rusia. Esta era una lucha contra el mal».
La pareja insiste en que la información que transmitió no resultó en ningún ataque contra civiles ni infraestructuras civiles.
«Hubo un caso en el que había un objetivo grande y atractivo, pero el ejército ucraniano dijo: ‘No vamos a atacarlo, tomaremos las casas de la gente'», dice Serguéi.