Antes del cristianismo, diversas culturas celebraban la llegada de la primavera regalando huevos, símbolos universales de fertilidad y renacimiento. Estos objetos naturales, decorados con vivos colores, representaban el despertar de la vida tras el frío invierno, una metáfora de la naturaleza renaciente y su cíclica prosperidad.Con la expansión del cristianismo, se redefinieron estos símbolos paganos, incorporándolos a las celebraciones de Pascua. En este nuevo contexto, los huevos pasaron a simbolizar la resurrección de Jesús, fusionando tradiciones antiguas con la narrativa de la vida eterna prometida en la fe cristiana, adaptando así el antiguo ritual a un significado más espiritual.